De Zimmerman a Tillman

De Zimmerman a Tillman

Es muy común en estos tiempos que corren en los que parece que todo está inventado, recurrir siempre a referencias pasadas para ensalzar la figura de los nuevos talentos que irrumpen en el panorama de cualquier industria sectorial. Más si cabe, en aquellas disciplinas en las que el factor creativo prevalece sobre lo meramente mecánico, y donde las influencias son claramente notorias con respecto a artistas pasados que ya arriesgaron con una forma de hacer y allanaron el camino para los que aparecerían después. Por ello, en ese afán nuestro por aferrarnos siempre a un pasado conocido y no lanzarnos al precipicio del presente incierto sin un paracaídas de seguridad, no resulta extraño encontrar en cualquier reseña de algo novedoso una mirada retrospectiva a modo de la siempre odiosa comparativa de “el nuevo [complétese con el nombre de cualquier autor que ya gozó de un reconocimiento unánime anterior]”.

 

Repasando la discografía de Joshua Tillman, más conocido con el sobrenombre de Father John Misty, es imposible no reparar en la repercusión que en su obra tiene la corriente artística de la cultura musical estadounidense de finales de los sesenta y principios de los setenta -lo que hoy se conoce como El Americana-, que él mismo se encarga de reivindicar versionando con estilo propio canciones de las grandes figuras de la época como Dylan o Cohen. Cabe no obstante plantearse, dándole la vuelta a esta forma de pensar, si el éxito contemporáneo logrado por el exbatería de los Fleet Foxes habría alcanzado las mismas metas si los caprichos del destino hubiesen querido disponer de un Tillman en edad de plenitud en la misma época en la que Bob perpetuaba su leyenda en los pubs del bohemio barrio neoyorquino del Village, Leonard componía sus primeros versos en la idílica isla de Hydra, y las colinas de Laurel Canyon de Los Ángeles eran testigo directo del nacimiento de una generación probablemente irrepetible que tuvo como máxima representación, entre otros, a grupos como The Doors, Eagles, o Crosby, Stills, Nash & Young.

 

Los elementos podrían parecer los mismos, pues Misty se vale de unas letras que reflejan, con tono irónico, la deriva de una sociedad que encuentra decadente al igual que ya hiciera Robert Allen Zimmerman más conocido, obviamente, como Bob Dylan, con mayor crudeza en aquellas canciones socialmente reivindicativas que le erigieron como líder y referente para la juventud contestaria de su país en aquella época. No se puede exigir la misma repercusión a nuestros coetáneos, pues una sociedad que se rige por una ausencia alarmante de escrúpulos y el exhibicionismo como forma de relacionarse no merece tomarse tan en serio.

Adaptarse o morir, sin perder de vista las raíces, parece ser la consigna del de Baltimore, haciendo arte del principio fundamental del humor al reírse en primer lugar de sí mismo -y después del resto- como evidencia ese clásico contemporáneo que ya es su LP de 2017 Pure Comedy. Unas melodías rasgadas a golpe de su en otro tiempo inseparable guitarra y una banda cuidada meticulosamente – ¿Cómo hizo Dylan con The Band? – hacen el resto. No resultaría descabellado, entonces, emplazar a Tillman en aquella época de la que se siente descendiente, surcando las carreteras de la costa Californiana que describía Joan Didion desde Sacramento a Los Ángeles, componiendo canciones atiborrado de LSD, como él mismo ha reconocido – otra coincidencia con sus predecesores –, y alcanzando el éxito en aquel templo de la música que era El Troubadour en el que tantos mitos se dieron a conocer.

 

Tendemos a idealizar el pasado sin ser conscientes, sobre todo en lo que a obras artística se refiere, de que es el propio paso del tiempo el que ejerce de filtro natural de lo que consigue subsistir hasta nuestros días, desechando todo lo que se creó anteriormente que no merecía el honorífico reconocimiento de la perpetuidad. Es por ello por lo que resulta ciertamente perversa cualquier comparativa entre todo lo actual con aquello que proviene de tiempos pasados y ha conseguido perdurar hasta nuestros días, pues, en muchas ocasiones, solo los años dirán si realmente competían en la misma liga.

 

En la última película de Bill Nighy –Living-, remake del clásico de Kurosawa -Vivir- , el actor hace una de las mejores interpretaciones de su carrera encarnando a un intrascendente burócrata británico que ahonda en la importancia de dejar un legado, por pequeño que sea y que, injustamente, siempre tendrá más posibilidades de reconocimiento a título póstumo, una vez el tiempo haya cumplido con su cometido de contextualización. Comparar a Zimmerman con Tillman – Bob Dylan con Faher John Misty – quizá resulte excesivamente ambicioso (lo es), pues el legado del primero es Universal y el del segundo aún está por hacer. Pero déjenlo hacer.

 

Father John Misty comienza el próximo mes de febrero su gira Europea presentando su último disco – Chloë and the next 20th century –, que pasará por principales Capitales del Continente como Berlín, Londres o París; parafraseando el legendario titular del New York Times sobre una de las artistas más internacionales de nuestro país: ¡Canta, baila, no se lo pierdan!

 

Autor: Rubén García