Cómo hemos cambiado

Cómo hemos cambiado

Corría el año 2.006 y había ciertos elementos superfluos, casi imperceptibles, que denotaban que era una época de cambios que provocaban ciertas incoherencias ya no solo en la forma de comportarnos -éramos adolescentes a las puertas de una ansiada pseudo independencia- sino en los códigos de consumo que transitaban de una era analógica que dejábamos atrás casi con desprecio hacia un mundo digital del que poco conocíamos todavía, pero al que abrazábamos no sin cierto escepticismo. La industria musical no era ajena a todo aquello, y prueba de ello fue aquella tarde en la que un amigo entró en casa con un CD -formato cada vez más en desuso en pro de aquellos primeros ipods que te permitían disponer de toda una biblioteca sinfónica en tu bolsillo instándonos con el mayor de los entusiasmos a escuchar lo que aquel disco contenía.

Lo hicimos sonar en un pequeño aparato reproductor que, paradójicamente, además de CDs, aún te daba la posibilidad de reproducir cassettes. Y ya no hubo vuelta atrás. Bastaron los primeros golpes de batería que expidió aquel minúsculo altavoz para entender que se trataba de algo disruptivo que asentaría las bases de lo que a la postre se confirmaría como una de las mejores épocas de la historia musical reciente: Los primeros 2.000. Sonaba un grupo que, confirmando la evolución tecnológica, había comenzado a tener difusión y gran aceptación a través de la plataforma  Myspace, subiendo sus propias canciones sin recurrir al precario sistema del reconocimiento de algún cazatalentos que, probablemente, lastró la carrera de millones de artistas que atesoraban el ansiado Don pero que nunca llegaron.

 

Whatever People Say I Am, That´s What I´m Not (2.006) | Favourite Worst Nightmare (2.007)

Se abrían ante nosotros ventanas a nuevos tiempos en los que las perspectivas de las tardes1 eran diferentes, llenas de libertad con pretensiones y apenas obligaciones -o, al menos, eso pensábamos- y brillábamos como adolescentes fluorescentes2 esperando el caer del sol3 para calzarnos nuestras zapatillas de baile4 y salir a aquel Madrid nocturno inagotable en busca, quizá, de un cierto romance5 efímero, susurrando al oído frases lascivas propias de una juventud inconsciente pero no censurada por códigos morales inquisidores. Sí, podíamos apostar a que aquella chica seguro que nos resultaría sexy en la pista de baile6 sin miedo a represalias propias de herejías medievales.

Todo aquello confluía en ritmos eléctricamente pegadizos que supondrían la base de todo lo que llegaría después y que guardábamos como secretos de los que nos creíamos únicos conocedores7 sin advertir que adquiríamos una repercusión impropia de nuestra insultante juventud.

 

Humbug (2.009)

Los años se iban sucediendo y, casi de manera imperceptible para nosotros pero de forma notoria para el resto, nuestras caras de niños abrían paso a rasgos más definidos, y nos dejábamos el pelo largo, enfundándonos en chaquetas de cuero en claros actos de rebeldía que nos sumergían en una madurez que creíamos ingenuamente alcanzada, y que nos permitía atravesar puertas secretas8 hasta entonces desconocidas, adentrándonos en horizontes más oscuros y psicodélicos en los que odiábamos ciertos juegos9 que no hacían más que intentar manipular convicciones que considerábamos piedras angulares10 de nuestra forma de ser y en las que creíamos firmemente, sin atender a consejos coherentes que percibíamos como pociones envenenadas11 de quienes quizá solo eran amables visitantes12 pero que nosotros advertíamos como extraños que se asomaban a nuestros inquebrantables mundos con ánimo de resquebrajarlos. Nos queríamos demasiado y, quizá, estábamos legitimados para ello, pero hay una línea muy fina que separa la frescura de la irreverencia, de la estulticia de la prepotencia.

Suck It and See (2.011)

Y no hay mejor remedio para los delirios de grandeza, que asomarse al precipicio y dejar que te invada el vértigo. Asusta dar pasos en falso hacia un futuro incierto, dejando atrás un pasado que aún puedes tocar con la yema de los dedos, pero que se aleja cada día un poco más, y por ello, preferimos abrazar la estabilidad de un presente sólido y robusto que habíamos cimentado sobre un estilo propio construido ladrillo a ladrillo13 , riff a riff. No era cuestión de precipitarse, pues, probablemente, nos sentíamos más jóvenes de lo que jamás habríamos pensado a esas alturas14. Decidimos dejarlo estar, embriagándonos de una popularidad que alimentaba nuestras esperanzas de alcanzar suntuosas metas que, si un tiempo fueron ilusorias, ahora sí divisábamos con nitidez desde un conservadurismo que muchos creyeron el final. Y ahí fue donde se equivocaronm15.

 

AM (2.013)

Y fruto de aquel ego que fue acrecentándose a base de fertilizantes de adulación, y de aquella soberbia desmedida que solo puede ser controlada en ese momento fugaz de tiempo en el que confluyen la vitalidad de una juventud que se acaba y la cabalidad de una adultez que comienza, fue quizá por lo que alcanzamos el éxito merecido, pues a veces no hay mejor atajo para coronar la cima que apartar los complejos y animarse16 a dar el paso definitivo, y quererlo todo17, sin excepciones aspiracionales, en un proceso de ambición sin límites que esboza los contornos de la persona que llegarás a ser. Y así lo dejamos escrito una noche de 2.013 ante la audiencia más exigente del planeta, entre la que ya nadie se atrevía a discutir que éramos el himno número uno de la fiesta18. Y es que alguien dijo alguna vez que las noches fueron básicamente creadas para decir las cosas que no se pueden decir a la mañana siguiente19 .

 

Tranquility Base Hotel & Casino (2.018) | The Car (2.022)

La mañana nos sacudió con la virulencia con la que te abofetea la última resaca, esa de la que ya nunca te recuperas, y hace que cojas miedo a según qué tipo de excesos. El cambio de decena trajo consigo vicisitudes en las que ya no cabía un único punto de vista20 y, aunque seguíamos manteniendo fotos de amigos colgadas en la pared21, ya no eran nuestras únicas prioridades, siendo conscientes de que aquello derivaría en feroces críticas de propios y extraños que aún seguían buscando sin éxito en nuestras figuras trazos y marcas22 de lo que un día fuimos y ya nunca seremos. Pero ya no somos niños, la experiencia nos ha graduado, no tenemos nada que demostrar, no hay por qué jugar a ser héroes, pues ahora sí, nos hemos ganado el derecho a no tener que rendir cuentas ante nadie y mirar al futuro con la mirada que únicamente puede fruncir el que se sabe vencedor.

 

Dicen que la nostalgia desmedida es síntoma de debilidad, pues distorsiona el presente y te despoja de la valentía necesaria para afrontar los retos que los nuevos tiempos imponen ante ti. Pero nunca está de más parar y echar la vista atrás para contemplar el camino recorrido que te ha traído hasta aquí, y admirarlo con cierta envidia, pues no siempre cualquier tiempo pasado fue mejor, pero al menos, sí fue diferente. Y es que, como canta Calamaro en esa mezcla de bolero y tango rememorando el ayer, a veces, sin caer en sentimentalismos baratos, si pudiera mataría por cinco minutos más, y volvería a abrir el minibar23 de aquella habitación 50524 .


SETLIST

1 The View from the Afternoon
2 Fluorescent Adolescent
3 When the Sun Goes Down
4Dancing Shoes
5A Certain Romance
6I Bet you Look Good on the Dance Floor
7 Only Ones Who Know
8Secret Door
9Crying Lightning
10Cornerstone
11 Potion Approaching
12 Pretty Visitors
13Brick by Brick
14Love Is a Laserquest
15That´s Where You ´re Wrong
16Snap Out of It
17I Want It All
18 No. 1 Party Anthem
19Do I Wanna Know?
20One Point Perspective
21 The Ultracheese
22 Body Paint

ENCORE
235 Minutos más (Minibar) | Calamaro Cover
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